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miércoles, 3 de junio de 2009

Hazañas y leyendas de Nár Shadowborn, el último caballero 3

Después del episodio del cuarzo, se sucedieron otros muchos paseos en los que iba encontrando distintos materiales, maderas, y animales. Un día, mientras ascendía por el monte, pude ver la cruda naturaleza en una de sus vertientes más realistas, y una de las más crueles. Conocía un lugar desde el que observar los pájaros y sabía que en uno de los nidos que podía ver había algún huevo. Cuando llegó al lugar indicado y miró al árbol preciso, pudo observar como ya no había huevos, sino dos pollitos que sacaban la cabeza pidiendo comida. Y llegó un pájaro más grande al nido, yo pensaba que se trataría de alguno de sus padres que le traían comida, pero no. Era un ave que, aprovechando la ausencia de los progenitores, había llegado para comerse a los polluelos. Observé todo lo que ocurrió con una mezcla de asco y horror y volví corriendo a casa para buscar a alguien en quién refugiarme. Allí me encontré con mamá preparando la cena, llegué y lo primero que hice fue agarrarme a sus piernas y sollozar. Mi madre se preocupó por mí y me llevo a un sofá para que me sentara y me tranquilizara. También trajo un bote con miel y me dio un poco. Después me preguntó qué había ocurrido, y yo, como pude, le expliqué lo que había visto. Cuando terminé mi historia estaba tan entristecido que me eché a llorar allí mismo. Mi madre intentó consolarme lo mejor que pudo, pero al final me dejó llorando en el sofá y se fue a terminar la cena. Cuando llegó mi padre de comparar algunos materiales en el pueblo me encontró con los ojos rojos y tumbado en el sofá boca abajo. Entonces, le preguntó a mamá por mí y le contó la historia de los pajaritos. Mi padre se me acercó y me contó varias cosas que desconocía acerca de la naturaleza, me habló de la cadena alimentaria y de la muerte como una etapa más de la vida, también me dijo una frase muy extraña: "la muerte da la vida". Cuando le pregunté qué quería decir me explicó que cuando un cuerpo muerte, lo que es en sí es aprovechado por una gran cantidad de criaturas, a las que le da la vida. Tal y como tú te comes la carne de los animales para sobrevivir. La vida es cruel, lo más que podemos hacer, es hacer que sea un poquito menos cruel. Con estas palabras me fui a la cama y estuve pensando durante toda la noche en ellas.

jueves, 28 de mayo de 2009

Hazañas y leyendas de Nár Shadowborn, el último caballero 2

Continuamos con la historia de Nár Shadowborn. Esta vez, se narra su vida desde su nacimiento al principio de sus 9 años, espero que os guste. Y para la próxima entrega, habrá que esperar un poco, ya que aún no he escrito nada. T.T


Mi historia comienza un día de Marzo de 1990 en un pueblecito de las montañas de Suiza. Hacía mucho viento y nevaba, o al menos eso me han contado. Ese día indeterminado nací. Mis orígenes no son altos, pero son honrados y buenos. Mis padres eran artesanos relojeros y fabricantes de muebles. Tenían un pequeño taller en el caserón en el que vivíamos, y desde que tengo uso de memoria, recuerdo pasar las horas allí. Al principio no hacía gran cosa, mi padre me daba algún juguete hecho con madera y me divertía con él. Pero conforme fui creciendo fui aprendiendo a fabricar algún objeto, los primeros juguetes que cree eran dos tablones unidos con clavos, y los hice a los 6 años.


Bajo la tutela de mis padres fui creciendo, algo apartado del mundo exterior, y mi única conexión con él eran los múltiples libros que había en casa. De ellos aprendí muchas cosas, como pueden ser las matemáticas, el respeto por las personas... Aquellos libros de historias de caballeros andantes que rescataban a sus damas eran mis preferidas. También había un pequeño libro de astronomía, en el que aparecían las constelaciones conocidas y muchas cosas del espacio que nunca he llegado a entender del todo. Pero me bastaba con saber que existían infinitos puntitos ahí arriba, unas cosas llamadas estrellas, que brillaban tanto como el sol.

Cuando tuve 8 años, mi padre me inició en el arte de la talla. Los inicios fueron duros, usaba una navaja con poco filo, y me cortaba cada dos por tres. En algún momento, mis manos se llegaron a parecer a las de una momia, de las que había leído en mis libros de aventuras. Pero al mes de empezar, completé mi primera talla, era un poco burda, y no estaba bien acabada, pero era mía. Mi padre, muy orgulloso de mí, la guardó en una pequeña vitrina donde exponía los trabajos que había hecho y que más le gustaban. Como premio por mi primera obra, me regaló una navaja nueva. Yo no sabía de dónde la había sacado, pero me sentía muy feliz con mi nueva herramienta, así que me propuse hacer las mejores piezas que pude.

A los 9 años ya había mejorado mi técnica lo suficiente como para hacer alguna pieza bonita, claro que en esa época pasaba la mayor parte del tiempo paseando por los bosques que rodeaban el caserón en el que vivíamos. Todos esos paseos me sirvieron para encontrarme con mi entorno, un entorno natural y tranquilo que me puede dar todo lo que necesito para sobrevivir. Uno de mis paseos me llevó a la orilla de un río que hay cerca del pueblo en el que vivo. Allí pude observar la belleza del agua en su recorrido, formando pequeños recodos en los que se arremolinaba la espuma producida por la corriente. En sus orillas pude encontrar piedras de una suavidad extraordinaria, al menos comparadas con las que yo conocía. Decidí recoger alguna y volver con ellas a casa para guardarlas, pero una de ellas me llamó en especial la atención, ahora sé que se trataba de un trozo de cuarzo, pero en aquella época apenas conocía los distintos minerales que puedes encontrar en el monte. Rápidamente, fui con ellas a mi padre para enseñárselas, y reservé celosamente el cuarzo para que fuera la última que viese. Mi padre, me explicó que todas ellas eran cantos rodados, piedras pulidas por la acción de las aguas. Pero cuando vio la última soltó una pequeña exclamación de asombro y dijo que mi piedra era cuarzo, aunque también se la conocía como cristal de roca. Decidí guardar todas las piedras, y coloqué en una posición especial aquella piedra, llamada cuarzo, o cristal de roca.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Hazañas y leyendas de Nár Shadowborn, el último caballero

Siento mucho no haber escrito nada estos últimos días, pero tenía que hacer un informe de las prácticas T.T y ahora he comenzado a jugar a rol por foro.

Mi personaje se llama Nár Shadowborn y esta es su ficha:



-Nombre: Nár

-Apellidos: Shadowborn

-Sexo: Masculino

-Fecha de nacimiento: mediados de marzo de 1990

-Lugar de nacimiento: Un pueblo de Suiza

-Descripción física: 1,75 m de altura, unos 70 kg de peso, pelo alborotado y anaranjado, ojos verdes. Estoy en buena forma física y tengo bastante habilidad manual.

-Descripción del carácter: Por lo general tímido y reservado, pero siempre intento ayudar en todo lo que puedo. Suelo comportarme como un caballero, respetando siempre a las demás personas y no suele gustarme salir por ahí.

-Breve biografía antes de llegar al internado: Vivía con mis padres, que eran artesanos relojeros y fabricantes de muebles, de los que aprendí todo lo que sé ahora mismo. Pero un día, yendo al pueblo a por material fui sorprendido por una tormenta y me despeñé por un barranco. Aunque sabía que tenía que estar muerto, no lo estaba y desde entonces llevo vagando por el mundo... hasta que he llegado aquí.


Ahora estoy creando su vida, en forma de relato que escribe mientras está en el internado. Y este sería el comienzo.


Me llamo Nár Shadowborn, y estoy muerto. O al menos debería estarlo. Cualquiera puede pensar que una caída de 20 metros sobre un duro suelo de piedras es suficiente para matar a una persona. Yo también lo creo. Pero el resultado de mi involuntaria comprobación es que sigo vivo. O mejor dicho, no-vivo.